Desde pequeña fui muy habladora, recuerdo los líos más grandes que encontré por tener esta particularidad: ¡¡Que dice mi hermano que él no está, que salió!! O aquella vez en que se murió un tío de mi madre, y salte a todos gritos con buenos pulmones a decirle cuando aún ella no sabía nada… y mi padre me recrimino fuertemente poniéndome de castigo. A medida que me metía en problemas por mi enorme bocotá, por aprendizaje fui guardando para mi las palabras y pensamientos. Tuve la adolescencia más cruel y dificil de todas, la timidez se apodero de mi mente y cuerpo, fue donde desarrolle mi super poder … hacerme invisible frente a los demás, trataba de estar en silencio, creando historias en mi imaginación, dibujando ideas, o creando historias y por mucho tiempo entendí que no decirle a los demás lo que en realidad pensaba era la forma más fácil de lidiar con las formas diferente de ser de cada persona.

Por mucho tiempo después tuve que lidiar, con las siguientes frases:

¿Por qué eres tan callada? ¡Por favor no hables tanto! Cuando en realidad mi silencio ya sobre pasaba las escalas de la normalidad.

Pero cuanto más pasaban los años, mi silencio y el no decir lo que pensaba en su momento me trajo otros efectos secundarios, salía de las reuniones pensando que debí responder o quizás luego veía suceder todo lo que pensé que pasaría como un enorme Deja vu, y para al final ser juzgada por no decirlo. Entonces llego un momento en que ya después de la pandemia, cuando vi con que contaba y que fácil podríamos dejar la existencia, mi switcher mental se cansó, exploto, empecé a decir las cosas, a decir no cuando en realidad era no, a decir las cosas como son sin importarme mucho las consecuencias. Llevándome ahora a que deba tratar de controlar mi exceso de deseos de decirle par de verdades a las personas en la cara, porque es políticamente incorrecto muchas veces ser sincero.

Hay silencios que son beneficiosos, en esos momentos que estamos muy estresados unos minutos a solas pueden calmar el espíritu, pero no desahogarnos o comunicarnos pueden convertir nuestra mente en una bomba de tiempo. Cuando no expresamos adecuadamente nuestros sentimientos negativos se produce lo que denominan los psicólogos “una impronta”. El cuerpo busca la manera de exteriorizar o proyectar ese sentimiento a través de alguna enfermedad. Por esto, es muy importante buscar la herida primordial del conflicto programador; en español: causa y consecuencia; todo lo que esta reprimido en el inconsciente produce un síntoma.

Muchas veces podemos tener miedo a las consecuencias de expresar eso que pensamos, pero siempre y cuando no ofendamos, ni causemos daño…decir lo que pensamos puede ser liberador. Vivimos en el mundo de la censura eterna, una sociedad donde decir mentiras esta permitido, donde parece que hacer las cosas mal es premiado y ser honesto es un castigo.

El ser integro esta sobrevalorado en un mundo donde decir mentira en las redes sociales, es lo normal y esta normalidad la llevamos a nuestro orden del día convirtiendo en un habito mentir, debemos ser sinceros primero con nosotros mismos, luego con aquellos que consideramos importantes y finalmente recuerden que la salvación es individual, esa paz eterna se obtiene de como somos en la vida real no en la virtual.

Di de vez en cuando la verdad para que te crean cuando mientes.

Jules Renard (1864 – 1910). Escritor y dramaturgo francés.

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